15 de septiembre de 2020

Récord II (AKA "¿Mi vida amorosa?" Capítulo 3)

 


En este preciso momento, en contraposición a la tensión que sentí esta mañana, me siento mejor de lo normal. Estoy en uno de mis puntos altos. Y la verdad es que me sorprende. Llevo días rozando el lado malo, y ahora, de pronto, estoy en calma. 

    Quizás sea efecto de la droga

    He colocado mi ordenador frente a la ventana, siento el solecito en los brazos. Tengo una infusión a mi derecha, y cookies con pepitas de chocolate y nougatine (un dulce típico francés que consiste en almendras cubiertas de caramelo). No comía estas galletas desde que vivía en Francia. Podrían considerarse mis favoritas. 

    Esta mañana he comenzado mi nuevo proyecto académico después de mi paso frustrado por carrera de Biología: un grado superior en Gestión forestal y del medio ambiente. Somos ocho personas en clase. Solo hay una chica. Esto es algo inquietante dado que me resulta mucho más fácil sociabilizar con chicas que con chicos. Además, parece ser que todos acaban de terminar bachillerato, y que por ende hay una franja de cinco años que nos separan. Esto es una especie de reto para mí. A ver qué tal se me da este aspecto del grado. 

    Me he metido aquí pensando de una manera más estratégica que porque sea mi gran vocación, la verdad (spoiler: no sé cuál es mi vocación). 

    Esta tarde he ido a explorar unos túneles que hay en mi barrio (que sirven para llevar agua hasta el río sin que haga estragos en la ciudad). He estado con el-que-era-novio-de-la-que-era-mi-mejor-amiga-y-con-el-que-tuve-un-rollo-raro. Ha sido el único de mis amigos dispuesto a acompañarme a las entrañas de la ciudad.

    Ha sido un camino largo, incómodo, y poco fructífero, porque en lugar de la extensa red de túneles que esperaba encontrar, nos hemos topado con un camino recto, angosto, y muy oscuro. Además, no hemos podido terminar el trayecto después de un buen rato caminando. Hemos llegado hasta una zona completamente empantanada con un aspecto para nada atractivo y después de haber encontrado alguna que otra rata muerta, hemos decidido abortar la misión. 

    En algún momento volveré a entrar en alguno de los túneles. Hay varios en la ciudad y me mantengo en el pensamiento de que podría llegar a ser útil en algún momento conocer cómo se comunican los unos con los otros. Quién sabe si eso podría marcar algún tipo de diferencia en, por ejemplo, una guerra. A fin de cuentas, el conocimiento siempre es poder

    Si hubiera nacido en otra época (o si tuviera el suficiente dinero), sería explorador. A lo mejor esa es mi verdadera vocación pero he nacido en el tiempo o el espacio equivocados. Me encantaría conocer todos los recovecos, todos los secretos. Los mecanismos ocultos de la realidad. 

    A día de hoy sigo asumiendo que nunca podré saberlo todo. Y esto en realidad va más allá de la posibilidad de haber nacido en otro tiempo y ser explorador. Es la certeza cruda de que ni aún siendo inmortal podría saberlo todo. Y lo que me tortura más todavía: que no seamos tan inteligentes como nos creemos y que seamos solamente una ameba en el universo, con mentes tan rudimentarias que ni pueden procesar la naturaleza del cosmos. 

    Volviendo a mi exploración en el túnel, cuando hemos salido, sucios y sudorosos, nos hemos sentado al solecito, en un trozo de río artificial frente a la boca del túnel. Nos hemos hecho un porrito y hemos charlado, de nuestra nuestra nueva vida escolar, de mi vena guarrindonga, y de la vida en general. 

    Diría que es la persona con la que tengo las conversaciones más profundas. Hacía tiempo que no conectábamos como lo hemos hecho hoy. Desde lo que pasó hace dos navidades nuestros encuentros han sido infrecuentes, y no tan intensos como lo habían sido antes del suceso. Hoy ha estado muy bien, y me lleva a pensar que tal vez hayamos crecido lo suficiente como para dejarlo atrás y centrarnos en lo bien que nos complementamos en un sentido fraternal. 

    De hecho, me he sentido tan cómodo, que cuando hemos salido del túnel y nos hemos sentado en el cauce, me he quitado la camiseta empapada por el ejercicio. Él se la ha quitado, y he pensado 'buah, qué calor y qué incómodo estoy con el sudor', y no le he dado más vueltas. Me la he quitado y la he puesto a secar mientras fumábamos y debatíamos sobre la naturaleza de la realidad y de nuestras propias mentes. Este pequeño gesto significa bastante para mí. 

    Desde que estoy en el plan sano (que me salto cuando me sale del arco), he perdido la friolera de cinco kilos. O al menos, eso dice la báscula. No estoy radicalmente distinto, pero sí que noto una mejoría tanto física como mental, así que estoy feliz. Además no me he quitado de comer las cosas que me gustan cuando realmente me apetecen, por calóricas que sean, sin el sentimiento arrollador de culpa que hubiera sentido en un contexto diferente de mi vida. 

    Me queda mucho trabajo por delante en cuanto a autoestima, pero siento que estoy en el camino correcto. Estoy dejando de lado mi negativismo inherente y aunque no se me puede considerar (ni se me podrá considerar nunca) una persona positiva, me siento más racional que nunca. Estoy como más lúcido. 

    Para la autoestima, el viaje de la semana pasada ha sido bastante interesante. Voy a rescatar uno de los últimos párrafos de la entrada anterior para comenzar a contar por ahí, justo donde me quedé:

El lunes llegué a casa más temprano de lo normal. Cené en casa de una amiga mía, y después me fui con el grupo de chavales con los que me estoy juntando en verano. Ese día no estaba mi BFF y hubo movida en el barrio. Estaba cansado, un poco aburrido, y no tenía ganas de verle la cara a la policía, así que me fui a casa. Me quité las lentillas, me acomodé, y no sé, no me apetecía hacer absolutamente nada. Estaba un poco plof sin razón alguna (como la mayoría de veces que me pongo plof: mi mente hace plof haya razón o no la haya).

    Y como a veces hago cuando estoy triste,  me metí en apps de ligoteo para ver qué se cocía (y quizás encontrar el amor que tanto he estado buscando). Terminé hablando con un chico. Muy mono, y muy directo. Poco después de entablar conversación, se ofreció a venir a buscarme en coche para hacerme guarrerías. Y yo, sorprendiéndome a mí mismo y a todas las personas que pueden decir que me conocen, decidí lanzarme a probar a tener relaciones sexuales con un completo desconocido (a riesgo de que me secuestrasen/asesinasen brutalmente, pero eso me da un poquito más igual si os digo la verdad). 

   Me arreglé lo más rápido que pude y salí sigiloso de casa. Era tardecillo, entre las dos y las tres de la mañana. Las calles estaban bastante tranquilas, pero yo era un manojo de nervios. No tenía claro si iba a terminar en una cuneta sin algún órgano (pobre el que se lleve alguna pieza de este cuerpo maltratado), pero lo que realmente me inquietaba era el hecho de tener contacto sexual per se

    Nos citamos un par de calles más allá de mi casa y le mandé mi ubicación a mi follamigo (porque antes de folla- es mi -amigo). Para que veáis que no soy tan gilipollas a pesar de todo. 

    Llegó un minuto después de mí. Me monté en el coche, y la verdad es que los nervios que había estado sintiendo se evaporaron más rápido de lo que esperaba. Era simpático, culto y bastante mono. La conversación fluyó con mucha facilidad. Nos fuimos a un trozo de campo que hay en la montaña no muy lejos de donde vivo. Nos sentamos en una rejilla metálica, con vistas a la ciudad, y mayormente estuvimos charlando. Sobre historia, religión y política. Fue bastante interesante. 

    En un momento dado, comenzamos a liarnos y pasamos a la siguiente base. Estuvo bastante bien, diría que hubo química. Durante todo el rato me estuvo diciendo que si era muy guapo, que si era majísimo, que si tenía un pollón.... y la verdad es que estas cosas para la autoestima me fueron bastante bien. 

    A un nivel subconsciente creo que me caló bastante. Me había atrevido a hacer algo que no había hecho nunca, me recorría la adrenalina y me sentía más vivo de lo normal. Una vez dado el paso, me puse a buscar, pico y pala, en las apps. Esta vez sin la visión de 'vamos a simplemente conocer gente a ver donde nos lleva', sino yendo directamente al grano

    Ese martes comencé a charlar con un chico bastante mono. Estaba bastante subidito y le dije de ir al tema, a lo que me respondió afirmativamente. No me lo creía. 

    Al día siguiente me corté el pelo, pero no resultó como quería y me volví a sentir inseguro con respecto a mí mismo. Ya sabéis que mi autoimagen es una estructura mental muy frágil. Cualquier soplo mal dado hace que se derrumbe. Estuve a punto de no quedar con el señor con el que había estado zorreando el día anterior, pero me envió un mensaje, y el interés que mostró se sobrepuso a mi mood. 

    Me arreglé, cogí un autobús, y puse rumbo a su casa. Esperé un poco por la zona a que terminara de cenar, y subí a su casa. De nuevo estaba hecho un manojo de nervios. Pero en esta ocasión no terminaron de irse del todo. 

    Me sentía más inseguro que el lunes anterior, el hombre estaba buenísimo, y era súper serio. Tenía cuarenta y pocos (no los aparentaba para nada, la verdad sea dicha). La conversación no fluyó nada. Fue llegar, echar un cigarro casi en silencio con las noticias (deprimentes) de fondo y ponernos al tema (con las noticas de fondo también). 

    Él me ponía un montón, pero la situación tenía un cierto punto antierótico que no me terminaba de molar del todo. Me dijo en un par de ocasiones 'no me voy a correr', así que me corrí yo para no alargar más la situación. 

    Fue amable y correcto todo el tiempo, pero faltó esa chispa entre nosotros. No terminé de sentirme cómodo en la situación. 

    Todo esto tiene varios puntos que estoy reflexionando desde entonces. Por un lado está la idea turbia de 'no le has gustado, das asco' rondando por los márgenes de mi sensatez. El hecho de que no haya conseguido dominarme y esté bastante avanzado en la asimilación de que simplemente fue un encuentro sexual no del todo satisfactorio pero sin más implicación ni significado está bastante bien. 

    Por el otro, estoy en vías de averiguar si el sexo esporádico es o no mi rollo. No he vuelto a quedar con nadie más esta semana, después del encuentro con el daddy. Me dejó mentalmente confuso y he estado reflexionando desde entonces, a ver a qué ideas llego. 

    Mientras tanto, posiblemente quede con el del lunes para hacer alguna escapada más. Y a lo mejor, si surge, incluso pruebo a quedar con otra persona a ver qué tal sale el encuentro. 

    Estoy escuchándome, tengo muchas cosas que decirme a mí mismo. 

    Y lo que es más importante todavía: estoy tratando de actuar en consecuencia a lo que escucho. Que es una cosa que no siempre hago. 

10 de septiembre de 2020

Récord (AKA "¿Mi vida amorosa?" Capítulo 2)

 


Estaba quitándome las lentillas y al lavarme la cara, me he quedado un rato observando mi propio rostro. Os juraría aquí mismo que me ha devuelto la mirada. O me la he devuelto yo mismo. No lo sé. Ha sido durante un segundo, y cuando mi propia mirada se ha ido lo único que me ha dejado es la duda de si estoy delirando o simplemente muy colocado. 

    Llevo unos días más raros de lo normal. Del punto de que no soy el mismo del domingo, ni del lunes, ni de ningún otro día. La versión de mí mismo que está escribiendo esto ahora nunca ha existido en ningún otro momento que este. De alguna manera me siento otra persona. Hay algo en mí que ha hecho click y no soy capaz de reconocerme. Ni en el color de mis ojos ni en el interior de mi propia cabeza. 

    Pluf. De la tarde a la noche. Hoy renaces, mañana también. Sin garantía de que la versión 2.0 será mejor que la piel de serpiente que has dejado en la cama al despertarte. 

    Iba a escribir que no sé cuál es el detonante de este afluente en mi vida, pero en realidad al pensarlo más detenidamente, quizás sea algo que se ha ido cociendo entre bastidores. 

    En el sentido afectivo-sexual de mi vida hasta el momento, nunca he sido una superestrella. Tampoco diría que soy el más tonto de la clase, pero siempre es un área que me cuesta mucho manejar. Soy consciente de que se debe a mi problema con la idea de que soy un ser humano que merece querer y dejarse querer. Aún sigo arrastrando asignaturas de primer curso. 

    El terreno afectivo de mi vida da para hablar durante bastante rato, pero no es ese el punto al que quiero llegar hoy. Estoy aquí para hablar de mi vida sexual (aunque inevitablemente no pueda desenvolverla del todo del terreno afectivo -quizás ese el punto máximo al que quiero llegar-). 

    En el instituto todo el tema afectivo-sexual pues bastante escaso. Mi primera vez fue en San Valentín del 2015, o sea, mi último año de instituto, o sea segundo de bachillerato (hable sobre ello en algún momento en este blog). Con ese chico tuve un rollete que se postergó varios meses, pero fueron siempre encuentros casuales, salíamos de fiesta por los mismos lugares, de vez en cuando coincidíamos y cuando nos encontrábamos, pues eso. Sin más complicación que esa. Ahora desde la distancia lo veo bastante claro (la lectora Elisa lo dice bastante claro en su comentario, es una lástima que recibiera su consejo a destiempo), pero en el momento tenía una especie de crush con él, causado por mi oscura necesidad de que me quieran en un plano romántico. 

    Siempre he tenido idealizado el amor, aquí donde me veis. El tiempo me ha ayudado a ser más crítico en este sentido. Es la lección más importante que saco de la primera y única vez que me he enamorado en la vida. El amor no todo lo puede. Y de una forma u otra siempre termina por hacer daño. Hablé de este chico en una entrada. Lo conocí en la facultad. Y no voy a explayarme demasiado porque es uno de los grandes puntos de inflexión en mi vida y quiero darle el espacio que se merece como tal, no es el punto al que quiero llegar hoy. El caso es que mi relación con este chico fue simplemente platónica. Jamás pasó nada físico entre nosotros. Pero esa conexión... dios. Jamás he sido tan feliz en mi vida que enamorado de este señor. Y nunca lo he pasado peor que cuando la burbuja estalló. Y mira que la he pasado putas. Nunca he deseado tanto morir. La época de 'amor' fue entre el final del 2015 y el 2017 ¿(quizás estaba tan enamorado que por eso no escribí ninguna mierda en 2016 en este sitio? en el 2017 lo mencioné aquí).

    El chico de la facultad me llenó el cerebro de oxitocina y vasopresina y se me quitaron hasta las ganas de morirme. Cuando se fue, me quedé mucho mas roto que cuando me recogió. Y claro, pues eso ha afectado en gran medida a mi vida afectivo-sexual, por un lado porque cuando estaba enamorado, no tenía ojos, alma ni mente para otra persona que fuera él (se me fue mucho la perola, también tengo que decirlo), y por el otro porque cuando me quedé hecho polvo y ha sido un trabajo de reconstrucción tan tan arduo que a lo mejor ni lo cuento, no tenía energías, alma ni mente para otra cosa que no fuera yo. Esta es una de las grandes razones por las que escapé a Francia a finales del 2018. 

    En Francia estuve con T*nder y Gr*ndr en búsqueda de aventuras, pero la verdad es que mucha suerte no tuve. Hay otras fuerzas detrás de eso, el idioma, la inseguridad, el miedo, la timidez... Pero así en general poca cosa. Cuando vivía allí iba a un centro de actividades a recibir clases de Francés para Extranjeros. Allí había un muchacho que nada más que llegué pensé 'me ha mirado de arriba a bajo, este es gay fijo'. Y una noche estaba ciego hinchándome a galletas con pepitas de chocolate y avellana deslizando a la derecha y a la izquierda en mi aplicación de ligues, y ta-dá, ahí estaba el chico de la clase de idiomas. 

    Evidentemente deslicé a la derecha, y match! y nada, charla insípida y un día en un evento universitario (al que yo, en búsqueda de ocio con gente de mi edad, me colaba con mi compañera alemana), pues empezó a hablarme y a decirme que si quería besarme, que si nosequé y yo pues bueno, vale. Esa noche nos liamos, y tuvimos un par de encuentros sexuales en los baños de las clases. Pero la verdad es que no fueron especialmente satisfactorias. Además, él no hablaba español ni inglés, y yo no tengo ni idea de árabe. Y claro, los dos estábamos aprendiendo francés para principiantes, por lo que tampoco es que fuera muy útil. Había una barrera linguística importante. El muchacho era bastante guapo, la verdad, pero me aburría (como siempre me aburro de todo), tanto en un plano emocional como en un plano físico. Así que simplemente dejé de tener esos encuentros con él. 

    Durante las navidades, bajé a España (llevaba allí unos 3 meses y volvía para estar 8 meses más). Aquí tuve un drama muy gordo con la chica que era mi mejor amiga y con el que era su novio. En algún momento hablaré de todo esto en detalle, porque tiene miga también. El caso es que durante esas navidades, un día estando muy muy borrachos, el chico este y yo pues nos liamos. Y eso pues desencadenó otra tormenta en mi vida

    Durante mi tiempo en Francia escribía un diario, a lo mejor algún día consigo el valor como para compartirlo aquí. Insertar esas páginas en la historia de mi vida y convertir de este, mi reino, una biblioteca. 

    Con el chico este, el que era novio de la que era mi mejor amiga... ahí quizás llegué a verle las orejas al lobo del amor a pesar de haberme considerado incapaz de volver a querer después del chico de la facultad (que coñazo esto de no escribir nombres). Fue precisamente por el palo del chico de la universidad por lo que me prohibí caer en las redes de un heterosexual confuso nunca más y creo que supe gestionarlo de una manera rápida, madura y discreta. 

    Después de volver de Francia (donde seguían latentes los sentimientos confusos por el que era novio de la que era mi mejor amiga) y tengo que confesar que desde mucho antes, he estado teniendo un rollito sexual con el que era mi amigonemigo en el instituto. Un rollo muy raro, tóxico y del que si digo la verdad, no me siento orgulloso para nada. 

    Este chico tiene novio, que por supuesto, no sabe nada de nuestro rollito. Aquí, simplificado, quizás pueda estar dando imagen de rompeparejas, pero quiero romper una lanza en mi favor y decir que en este caso nos traíamos esto entre manos desde antes de que se emparejara y que él es más culpable que yo, y que con el otro chico, la situación es muchísimo más compleja de lo que he pintado. No me juzguen hasta que cuente la historia. 

    El caso es que el chico este es la relación sexual más duradera que he tenido en mi vida, lo cual sí que es igual de triste como parece. Además, en este momento concreto, él está especialmente raro. Tengo la sospecha de que se está colando por mí y es una idea que me perturba. Quiero salir de este bucle culpable-sexual en el que estoy enrollado, porque al chaval lo quiero mucho pero no lo quiero de una manera diferente a lo que hay ahora. Estoy en vías de tener fuerza de voluntad y salir de aquí. 

    Desde que volví, he estado en búsqueda de alguien. Eternamente, en las app arriba mencionadas, y aunque ha habido algún que otro match interesante, nunca me he atrevido a dar el paso. 

    Estaba más enfocado en el plano sentimental que en el sexual. Y ambos son pendientes resbaladizas para mí. El amor me anula como persona, y el sexo se me hace incómodo cargando tantas inseguridades como cargo. 

    Además el flirteo es algo para lo que no tengo talento (aunque tenga un montón de herramientas para cualquier otro vínculo emocional). Siempre había renegado de la frase 'si no follas es porque no quieres'. Pero ahora, la versión de mí mismo que está soltando este ladrillo, ha aceptado que es completamente cierta. 

    No follaba porque no quería. 

    El lunes llegué a casa más temprano de lo normal. Cené en casa de una amiga mía, y después me fui con el grupo de chavales con los que me estoy juntando en verano. Ese día no estaba mi BFF y hubo movida en el barrio. Estaba cansado, un poco aburrido, y no tenía ganas de verle la cara a la policía, así que me fui a casa. Me quité las lentillas, me acomodé, y no sé, no me apetecía hacer absolutamente nada. Estaba un poco plof sin razón alguna (como la mayoría de veces que me pongo plof: mi mente hace plof haya razón o no la haya). 

    Y ahí comenzó la vorágine en la que me encuentro sumido. 

    He escrito un montón y no me apetece escribir más ahora. Estoy cansado y me duele la espalda. Prometo solemnemente no dejar con la intriga a aquel que haya conseguido llegar hasta aquí. No soy tan cruel. 

    Estoy exhausto mentalmente. 

    Quizás no tendría que haberme ido tanto por las ramas. 

    Quizás debería ir siempre al grano. 

    Quizás era mejor el lunes. 

    Quizás el miércoles sea una mariposa. 

29 de agosto de 2020

Tiritas

 



Da igual la avalancha de tiempo que pase en por mi vida, lo mucho que crezca y que ideas aniden en mi cabeza. Da igual si estoy triste, feliz, o simplemente apático. Nunca termino de irme del todo de este sitio. Mi trono de cristales rotos desde donde puedo expulsar pensamientos al mundo tras la cómoda careta del anonimato. 

    Si estoy escribiendo esto significa que no he acabado con mi vida como tantas veces he pronosticado. Aún a día de hoy sigo pensando con regularidad sobre la muerte (y sus ventajas) aunque ahora no irrumpe en mi cabeza con tanta vehemencia. En este momento concreto de mi vida quiero vivir, a pesar de tener la certeza de que esta sensación siempre es finita cuando se trata de mí. Soy demasiado cíclico. Este tal vez es uno de mis mayores problemas. Me hace la vida un tanto ¿incómoda? 

    Una semana estoy de puta madre, salgo, hago cosas, juro y rejuro que he renacido, que he hecho borrón y cuenta nueva y que esta vez estoy por fin encauzado, para la semana siguiente dejar todos mis proyectos de lado y tantear de nuevo la idea de simplemente desaparecer. Puf. Adiós mundo cruel. 

    Quizás sea bipolar. Es una de las teorías que barajo respecto a mí mismo. 

    Lo bueno es que los momentos realmente malos no son tan fuertes y continuos como solían ser en otras épocas de mi vida. He dejado de regodearme tanto en la tristeza, y cuando me golpea fuerte, sigo nadando en lugar de dejarme hundir del todo. No siempre es fácil, pero ya es mucho tiempo conviviendo conmigo mismo. 

    A nivel mental me ha venido muy bien vivir un año en el extranjero. Si en aquel momento me hubiera quedado en mi tierra natal tal vez no estaría ahora escribiendo esto. Quién sabe. Sea como sea, esa distancia con absolutamente todo ha sido bastante reparadora. No ha sido milagroso, pero me ha ayudado a poner en orden algunas zonas de mi cabeza. Todo eso de alejarse para tomar perspectiva es bastante cierto. Doy fe de ello. 

        Sigo trabajando con mi relación con la comida. Hace año y pico que no me rozo la campanilla. La última vez no sé muy bien por qué lo hice, porque también hacía bastante que no cedía a la tentación; y de pronto bum, ahí estaba, arrodillado de nuevo frente a un váter echando el atracón desde mis tripas a la nada. 

    Exceptuando este desliz (que como digo, ya hace tiempo que ocurrió), y las ganas de hacerlo que a veces me rondan, he recorrido un camino de sanación muy largo y es un logro del que me siento orgulloso aunque nunca hable de ello ni en mi vida pública ni en la privada. 

    Hace unas semanas empecé a comer más sano y a hacer más deporte. Después de toda la movida de la anorexia/bulimia siempre me ha dado mucho miedo hacer dieta y obsesionarme. Que no calificaría de dieta lo que estoy haciendo ahora, pero es más de lo que he venido haciendo en los últimos tiempos. 

    En el tiempo entre que dejé de no comer o de vomitar lo que comía y ahora he engordado 20 kilos. Puede parecer muchísimo, pero hay que matizar que en mis momentos oscuros estaba escuálido. Una completa locura que en su momento estuviera tan fuera de mí mismo que no fuera capaz de verlo. La imagen que tenía estaba absolutamente distorsionada. Es increíble como nosotros mismos moldeamos la realidad. Seamos conscientes de ello o no. 

    Desde que estoy con este plan de llevar hábitos de vida más sanos, he bajado cerca de 2 kilos, lo cual está bastante bien. A ver cuanto me dura esto. Espero que lo suficiente para conseguir un poquito más de autoestima y de seguridad en mí mismo, que la verdad es que sigo andando un poco escaso. 

    Me gustaría escribir aquí más a menudo. Hay muchas cosas de las que me gustaría hablar. Pero me conozco y no puedo prometer la continuidad suficiente como para hacerlo. Sea como sea, en unos días, meses, o años, volveré, como siempre termino haciendo. 

    Este es mi hogar, y por lejos que esté de él, siempre habrá una parte de mí que lo reconocerá como propio.