29 de agosto de 2020

Tiritas

 



Da igual la avalancha de tiempo que pase en por mi vida, lo mucho que crezca y que ideas aniden en mi cabeza. Da igual si estoy triste, feliz, o simplemente apático. Nunca termino de irme del todo de este sitio. Mi trono de cristales rotos desde donde puedo expulsar pensamientos al mundo tras la cómoda careta del anonimato. 

    Si estoy escribiendo esto significa que no he acabado con mi vida como tantas veces he pronosticado. Aún a día de hoy sigo pensando con regularidad sobre la muerte (y sus ventajas) aunque ahora no irrumpe en mi cabeza con tanta vehemencia. En este momento concreto de mi vida quiero vivir, a pesar de tener la certeza de que esta sensación siempre es finita cuando se trata de mí. Soy demasiado cíclico. Este tal vez es uno de mis mayores problemas. Me hace la vida un tanto ¿incómoda? 

    Una semana estoy de puta madre, salgo, hago cosas, juro y rejuro que he renacido, que he hecho borrón y cuenta nueva y que esta vez estoy por fin encauzado, para la semana siguiente dejar todos mis proyectos de lado y tantear de nuevo la idea de simplemente desaparecer. Puf. Adiós mundo cruel. 

    Quizás sea bipolar. Es una de las teorías que barajo respecto a mí mismo. 

    Lo bueno es que los momentos realmente malos no son tan fuertes y continuos como solían ser en otras épocas de mi vida. He dejado de regodearme tanto en la tristeza, y cuando me golpea fuerte, sigo nadando en lugar de dejarme hundir del todo. No siempre es fácil, pero ya es mucho tiempo conviviendo conmigo mismo. 

    A nivel mental me ha venido muy bien vivir un año en el extranjero. Si en aquel momento me hubiera quedado en mi tierra natal tal vez no estaría ahora escribiendo esto. Quién sabe. Sea como sea, esa distancia con absolutamente todo ha sido bastante reparadora. No ha sido milagroso, pero me ha ayudado a poner en orden algunas zonas de mi cabeza. Todo eso de alejarse para tomar perspectiva es bastante cierto. Doy fe de ello. 

        Sigo trabajando con mi relación con la comida. Hace año y pico que no me rozo la campanilla. La última vez no sé muy bien por qué lo hice, porque también hacía bastante que no cedía a la tentación; y de pronto bum, ahí estaba, arrodillado de nuevo frente a un váter echando el atracón desde mis tripas a la nada. 

    Exceptuando este desliz (que como digo, ya hace tiempo que ocurrió), y las ganas de hacerlo que a veces me rondan, he recorrido un camino de sanación muy largo y es un logro del que me siento orgulloso aunque nunca hable de ello ni en mi vida pública ni en la privada. 

    Hace unas semanas empecé a comer más sano y a hacer más deporte. Después de toda la movida de la anorexia/bulimia siempre me ha dado mucho miedo hacer dieta y obsesionarme. Que no calificaría de dieta lo que estoy haciendo ahora, pero es más de lo que he venido haciendo en los últimos tiempos. 

    En el tiempo entre que dejé de no comer o de vomitar lo que comía y ahora he engordado 20 kilos. Puede parecer muchísimo, pero hay que matizar que en mis momentos oscuros estaba escuálido. Una completa locura que en su momento estuviera tan fuera de mí mismo que no fuera capaz de verlo. La imagen que tenía estaba absolutamente distorsionada. Es increíble como nosotros mismos moldeamos la realidad. Seamos conscientes de ello o no. 

    Desde que estoy con este plan de llevar hábitos de vida más sanos, he bajado cerca de 2 kilos, lo cual está bastante bien. A ver cuanto me dura esto. Espero que lo suficiente para conseguir un poquito más de autoestima y de seguridad en mí mismo, que la verdad es que sigo andando un poco escaso. 

    Me gustaría escribir aquí más a menudo. Hay muchas cosas de las que me gustaría hablar. Pero me conozco y no puedo prometer la continuidad suficiente como para hacerlo. Sea como sea, en unos días, meses, o años, volveré, como siempre termino haciendo. 

    Este es mi hogar, y por lejos que esté de él, siempre habrá una parte de mí que lo reconocerá como propio.